Las soleras, los vinos generosos, los moscateles tostados, los casi negros, los vinos claros del majuelo jerezano y los amontillados coquineros, se europeizan, se universalizan. Italianos, ingleses y alemanes van llegando también. Los Domecq, de Francia, los Burdon, los Gordon, los Osborne, los Pemartin, los Ivison, los Byass, los Bolin, y más tarde los Terry, los Ahupol y los Grant empiezan a resonar desde Puerta Tierra hasta Sanlúcar. En su mayor parte, vienen atraídos por el olor del vino, pero con la bolsa vacía. Siempre oí contar a mi madre que el primer Osborne era un inglés pobrísimo, de pantalones remendados, que apareció por las plazas y las calles del Puerto vendiendo estampas y rosarios y otras devotas chucherías.
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